El Congreso de los Diputados y el Zoo
Un tiempo húmedo y la oscuridad de la noche nos despidieron a las 7:15 de un frío miércoles 23 de noviembre. Los alumnos de Secundaria apenas intuían el largo viaje de ida y vuelta que les aguardaba, inmersos como estaban en la ilusión de compartir nuevas experiencias.
A medida que nos acercábamos a nuestro destino, y conforme dejábamos atrás algunos bancos de niebla, el sol fue haciendo su tímida aparición para darnos la bienvenida a un Madrid espléndido de luz y no excesivamente bullicioso.
A las 11:45 ya estábamos a las puertas del Congreso, en la Carrera de San Jerónimo, por lo que aún nos sobró tiempo para inmortalizar el momento con decenas de fotos ante la puerta principal del edificio. A la hora acordada, las 12:30, un amable policía nos indicaba las normas de acceso a la Cámara Baja: una sóla fila y nada de objetos metálicos (a alguien le sonó el llavero y se puso pálido).
Una vez en el interior, una guía nos mostró las distintas dependencias: el vestíbulo, el Salón de los Pasos Perdidos, la Sala del Reloj (impresionante, por cierto, el artilugio que da nombre a la sala), ... y, ¿cómo no?, el Hemiciclo. El hemiciclo está cubierto por una bóveda de 50 metros, con una pintura central de Isabel II rodeada de personajes de la historia de España, entre los que destacan El Cid, Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes; todo ello rodeado de representaciones de las virtudes cardinales y alegorías de legisladores de todas las épocas. Desde la parte baja de la sala, se nos fue explicando la disposición en que se sientan los distintos diputados, el Presidente de Gobierno, los ministros, y el Presidente de las Cortes. Poco antes de concluir nuestra visita nos hicieron varias fotos en este histórico escenario.
Con el tiempo a nuestro favor, retomamos la ruta trazada y nos dirigimos a la Casa de Campo, amplio terreno de esparcimiento que alberga, entre otras atracciones, el Parque Zoológico. Nuestra entrada al recinto dio paso al esperado momento del almuerzo. Un arsenal de bocadillos y refrescos emergió del fondo de las mochilas, y en pocos minutos ya estábamos de nuevo en marcha acompañados por dos guías que nos ilustraron acerca de la vida, costumbres y curiosidades de los animales salvajes. El colofón vino de la mano de unos simpáticos delfines que nos enseñaron sus habilidades acuáticas.
A las 18:00 horas, según lo previsto, subíamos de nuevo a nuestroa autocares y emprendíamos el viaje de regreso, algo cansados pero satisfechos porque habíamos aprendido cosas que los libros no pueden transmitir.